Pavimento que indica
la presencia de la muralla en la calle Lumbreras
La muralla de Isbiliya no tuvo
únicamente una función defensiva contra los ataques de los invasores del norte
(castellanos) y del sur (sublevaciones contra la dinastía almohade) sino que
jugó un papel fundamental en la protección de la ciudad contra la continuas
riadas del río Guadalquivir y sus principales afluentes, el Tamarguillo y el
Tagarete. Por ello, el tramo de muralla que discurría paralelo al río por la
actual calle Torneo fue constantemente embestido por el agua y necesitado de
continuas reparaciones.
Muralla de la calle
Goles
Quizás éste sea el sector en el que
menos restos monumentales hayan pervivido. En diferentes obras realizadas a lo
largo de las últimas décadas han aparecido los restos de hasta tres fragmentos
de la muralla almohade que, a pesar de seguir enterrados a día de hoy, han sido
distinguidos en la superficie para marcar su ubicación: la Puerta de la
Barqueta, junto al Parque de los Perdigones, el muro de la calle Lumbreras y la
Pueta de Triana. Precisamente, en la zona de la Puerta de San Juan (entre las
calles Lumbreras y antigua Guadalquivir) apareció hace unos años todo un
barrio, el conocido como San Juan de Acre, durante las obras de construcción de
un polideportivo. Lamentablemente el barrio fue documentado y posteriormente
destruido para construir el aparcamiento subterráneo del centro deportivo.
Mejor suerte tuvo el lienzo de la calle
Goles, apenas unos metros de fábrica de ladrillo y tapial que han sido
recientemente restaurados por la Gerencia de Urbanismo y que gozan de un
magnífico estado de salud tras años de abandono. Este
tramo indica a la perfección cómo el callejero de la ciudad ha utilizado la
muralla bien para apoyar los nuevos edificios o bien para disponer calles en
donde antes había muro.
La muralla de la calle Goles (embutida
en parte en algunas casas) llegaba a la Puerta Real, de la que
apenas se conserva un trozo pero dónde podemos ver varios detalles interesantes
como el azulejo que recrea el aspecto de esta puerta antes de su derribo en
1864.
Restos de la Puerta
Real en la calle Alfonso XII
También podemos ver una placa de mármol que hace referencia al rey Felipe II
que hizo su entrada en la ciudad precisamente por esta puerta (de ahí su
nombre) rompiendo la tradición de sus antepasados que llegaban a la ciudad por
el norte, haciendo noche en el monasterio de San Jerónimo para después entrar a
la ciudad por la Puerta de la Macarena y recorrer la calle San Luis hacia el
corazón de la ciudad. Además, en estas imágenes podemos discernir el recrecido
que se hizo de la muralla en el siglo XVI para adecuarse al nuevo nivel de la
calle. En la parte inferior se observa el tapial con las primitivas almenas y
por encima el recrecido, construido en ladrillo y con un nuevo sistema
defensivo. Esta zona de la ciudad se caracterizaba por ser muy inestable ya que
al otro lado de la muralla se encontraba un muladar, un estercolero que llegó a
alcanzar varios metros de altura. En el siglo XVI Hernando Colón, hijo del
descubridor de América, levantó en este espacio su propio palacio, una
espectacular mansión renacentista que se construyó sobre el muladar una vez
aplanado. Sin embargo, poco tiempo aguantaría en pie el palacio ya que la riada
de 1603 hizo que la inestable tierra se moviera y se viniera abajo el edificio.
Unos años más tarde se levantaría aquí el convento de San Laureano que aún se
conserva en parte.
Nuestro recorrido debe hacer
un alto en el camino en el famoso puente
de barcas, el puente que construyeron los almohades para comunicar la
ciudad con el arrabal de Triana. Este acceso a la ciudad, que tendría su propia
puerta en la zona donde confluyen las calles Reyes Católicos y San Pablo, se protegería con una gran alcazaba que hoy
conocemos como castillo de San Jorge y que formaba parte del sistema defensivo
de la ciudad, una red de fortalezas y murallas que tenía su primer bastión
en Hins al Faray (San
Juan de Aznalfarache).
En el interior del Centro
de Interpretación del Castillo encontramos
toda la información necesaria para hacernos una idea de cómo fue esta potente
construcción levantada en el siglo XII para defender la ciudad de los ataques
castellanos y que tras la creación de la Inquisición se convirtió en su temible
sede.
Barbacana de la
alcazaba islámica que la protegía de las crecidas del río
Entre el material gráfico que documenta
la visita encontramos varias imágenes de cómo fue este castillo y su evolución
con el paso de los siglos.
Regresando a Sevilla recuperamos el recorrido en la Puerta de Triana cuyos restos
aparecen marcados en el pavimento de la calle San Pablo. Desde aquí el muro continuaba por la calle
Zaragoza (en la Casa de los Leones se conserva un pequeño
tramo) para seguir por la calle
Castelar hasta la Puerta del Arenal, que estaba en la calle Arfe. El
siguiente hito que nos encontramos es el Postigo del Aceite construido en 1107. De su origen islámico
como Bad al Qatay (puerta de Barcos) sólo queda el armazón ya
que entre 1572 y 1573 fue profundamente remodelada por Benvenuto Tortello para
darle su aspecto actual, con el escudo de la ciudad en su parte interior.
La salvación de esta puerta se debe a la lentitud de la justicia, a la que
por una vez, debemos agradecer su demora. Cuando en el año 1866 el Ayuntamiento
ordenó el derribo de la puerta, su legítimo dueño, el duque de Medinaceli, se
negó a obedecer la orden y comenzó un pleito contra el Ayuntamiento que se
alargaría durante años. Pasaron los años, los pleitos continuaron y la puerta
se salvó dejando para la posterioridad una estampa similar a la que podemos ver
en grabados de los siglos XVI y XVII.
Esta puerta estaba unida a un tramo de muralla, el que venía por la calle
Arfe, del que a su vez partía un lienzo secundario que llegaba hasta la
mezquita aljama y que aún podemos ver en la Plaza del Cabildo donde
milagrosamente se salvó este trozo de muro tras los derribos acometidos durante
las primeras décadas del siglo XX con motivo de la construcción de la Avenida
de la Constitución.
Lienzo de muralla
almohade en la Plaza del Cabildo
Hacia el otro lado del Postigo del Aceite la muralla prosigue paralela
al río sirviendo como apoyo de las Atarazanas de Alfonso X el Sabio, cuyas
arcadas se apoyan en el muro del siglo XII y dónde aún es posible ver los
restos de algún torreón. Este tramo de la muralla es visible también desde las
viviendas y comercios de la calle Tomás de Ibarra, que tienen como pared de
fondo el espectacular muro de tapial almohade.
El recorrido llega a su final
precisamente donde empezamos, en la calle Santander, donde estaba el Postigo
del Carbón, otro de los accesos secundarios a la ciudad almohade y que también fue
víctima de la piqueta decimonónica.
Con este quinto reportaje culminamos el
especial que le hemos querido dedicar desde Cultura de Sevilla a las murallas
de la ciudad. Mucho se ha escrito sobre las puertas derribadas, pero no es tan
frecuente prestar atención a los fragmentos que seguimos conservando. Con estos
reportajes hemos querido ponerlos en valor y animar a los lectores a conocerlos
y disfrutar de ellos. Por último, no podemos dejar de solicitar a la
administración correspondiente que se dote a todos estos lienzos de muralla de
una cartelería que explique lo que son y contribuya a su reconocimiento. La
necesidad de restaurar algunos tramos es evidente, pero también lo es dar a
conocer qué son estos muros diseminados por la ciudad y su importancia
histórica.
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