La
llegada de los almohades a Isbiliya el 12 de enero de 1147 supuso la total
transformación de la ciudad heredada de siglos pasados. La oposición de la ciudadanía al férreo control de esta
nueva dinastía supuso no sólo que la ciudad tuviera que reconquistarse en 1150,
sino la construcción de un potente entramado de murallas que protegerían a los
nuevos gobernantes, diseñándose un complejo sistema defensivo en torno a los
principales centros económicos, religiosos y de poder: el puerto, la nueva
Mezquita aljama y la residencia de los gobernantes, el Alcázar. Se iniciaba una
nueva etapa en la que Sevilla se convertiría en capital del Imperio Almohade y
como tal, su estatus e importancia adquirieron un peso fundamental en el mundo
islámico. En apenas cien años (entre 1150 y 1248 cuando la ciudad pasa a formar
parte del reino cristiano de Castilla) Sevilla adquirirá las dimensiones que se
mantendrán hasta bien entrado el siglo XIX, con un cinturón de murallas que
concentraba la ciudad almohade y que a día de hoy se sigue observando en
diferentes puntos del centro histórico.
Empezaremos este recorrido por las murallas de la Isbiliya almohade precisamente por el último elemento que se construyó dentro de su red defensiva, la Torre del Oro. Se trata de una torre albarrana (unida a las murallas por un lienzo de muro) de tres cuerpos de los cuales sólo es original almohade el inferior, construido entre 1220 y 1221. El segundo cuerpo fue un añadido y reconstrucción de época de Pedro I en el siglo XIV mientras que el último, con su bella linterna, es obra de Sebastián van der Borcht de 1760. Esta torre formaba parte del conjunto defensivo de la alcazaba donde tenían su residencia los gobernantes almohades pero además vigilaba la entrada al puerto. Según los últimos estudios realizados, la torre se encontraría prácticamente rodeada por el agua de los ríos Tagarete (que desembocaba en el flanco sur del edificio) y el Guadalquivir. Desde ella se vigilaría el acceso a las atarazanas, que se encontrarían en el solar del conocido como Corral de las Herrerías. El lienzo de muralla entroncaría en línea recta desde la torre hacia el cinturón de murallas que iban hacia el Alcázar.
Lienzo de muralla cortado por la construcción
del edificio Helvetia
Visión de la Torre del Oro desde el
lienzo de muralla que comunicaba la torre albarrana con las murallas de la
ciudad.
En el interior del actual edificio Helvetia se
conserva parte del entramado de las murallas que defendían las posibles atarazanas almohades. El hecho de que
este muro tenga almenas tanto en la parte interior como exterior ha llevado a
muchos estudiosos a afirmar que esta zona de la ciudad estaba fuera de la
ciudad y que servía para defender un punto clave de la economía del imperio:
las atarazanas.
Desde un vano abierto en el muro de tapial de
la muralla se puede observar el solar que ocupó el Corral de las Herrerías
durante la Edad Moderna y que en época almohade albergaría los astilleros
primitivos de la ciudad.
En este muro se puede observar una de las grandes puertas que servirían
de acceso a las atarazanas. Además de esta puerta existiría una segunda que fue cegada
en algún momento de la historia y que apenas es perceptible. Estamos, por
tanto, en una zona que estaría completamente inundada o muy cercana al agua,
que llegaría prácticamente hasta los muros de la ciudad para facilitar la
entrada y salida de los barcos.
La Torre de la Plata, conocida así por su cercanía y menor entidad que la del
Oro, sería el segundo baluarte de
defensa de esta zona portuaria e industrial. La unión entre ambas torres no sería en línea recta, sino
que existiría un gran quiebro que serviría de acceso a las atarazanas. Sin
embargo siempre se ha especulado con que ambas torres tuvieran un lienzo de
muralla que las uniera en línea recta por la calle Santander, un extremo que la
arqueología deberá refrendar. Este segundo lienzo de muralla rompería por
completo el acceso a las atarazanas por lo que, o bien nunca existió o fue construido
en una etapa posterior para evitar el quiebro una vez que el astillero dejó de
estar en uso al trasladarse la construcción y reparación de barcos a las nuevas
atarazanas levantadas por Alfonso X en 1252.
Desde la Torre de la Plata el lienzo de
muralla seguiría recto hacia el Alcázar a lo largo de la calle Santander y
atravesando la actual Avenida de la Constitución hacia la calle Santo Tomás.
En el interior del recinto amurallado nos
encontramos el espacio que ocuparían las atarazanas almohades, relativamente pequeñas en comparación con las cristianas
pero de una entidad bastante importante teniendo en cuenta la época en que se
construyeron, la segunda mitad del siglo XII.
Aquí es mucho más visible la puerta que se veía
antes tapiada en la muralla. Por este gran acceso entrarían y saldrían los
barcos del imperio almohade. El uso de piedra nos habla de la necesidad de
proteger un punto débil de la muralla que podía ser atacado con mayor facilidad.
En el interior del arco se observan
todavía los goznes donde se sujetarían las cancelas o puertas que cerrarían el
espacio para evitar el asedio y entrada de enemigos.
A día de hoy apenas se ve una pequeña porción
de la muralla que, según las prospecciones y estudios realizados, tendría
enterrada más del doble de la altura que vemos. El proyecto para la construcción de un espacio dedicado a las
tradiciones sevillanas en este solar preveía la recuperación de la cota
original de la muralla, seguramente el único aspecto positivo de tan
controvertido proyecto que ahora mismo está paralizado.
Las almenas y merlones supervivientes en este
tramo de muralla inciden en esa idea de que este espacio formaba parte de la
ciudad, pero al mismo tiempo estaba fuera por lo que podía ser un punto débil
dentro del sistema defensivo de la misma. Se trata de un recinto amurallado independiente
que se conectaba con el Alcázar por medio de murallas pero que podía protegerse
de manera autónoma gracias a las torres del Oro y de la Plata y del conjunto
defensivo que rodeaba las atarazanas. Un lugar con mucha historia y que todavía
puede arrojar muchas luces para conocer cómo era la Isbiliya almohade. Mientras ese
momento llega, no estaría de más que algún tipo de cartel ofreciese información
sobre este interesante sector de la ciudad a sevillanos y visitantes para que
no caiga en el olvido y se valore como merece.
Con esta entrada comenzamos un periplo por las
murallas de la ciudad que, por su extensión, se realizará en varias entregas.
La próxima parada, el recinto del Alcázar y su espectacular y complejo sistema
defensivo.
Gracias a Antonio Arteaga por su inestimable participación en estas entregas dedicadas al sistema defensivo de la ciudad
Ver 'Las murallas de Sevilla (II): El Real Alcázar' (enlace)
Ver 'Las murallas de Sevilla (III): El Callejón del Agua' (enlace)
Ver 'Las murallas de Sevilla (IV): La Ronda Histórica' (enlace)
Ver 'Las murallas de Sevilla (V): La Defensa contra el Río' (enlace)
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