La apertura de la actual calle Joaquín Romero Murube (antigua Alcazaba) en 1961 permitió recuperar la muralla y torres del primitivo Alcázar de época taifa. En uno de los tramos del muro, el más cercano a la Plaza de la Alianza (bello nombre que a punto estuvo de desaparecer) nos encontramos una puerta cegada, medio hundida entre la maleza. Se trata del primitivo acceso al recinto fortificado construido en el siglo XI, más cerca del barrio de Santa Cruz que el actual alcázar cristiano que se visita desde la Plaza del Triunfo.
Retazos de la historia de la ciudad que podemos completar con la visita
al Foro de la Biodiversidad, institución que el CSIC puso en marcha
hace unos meses en una de las casas del Patio de Banderas, en concreto en el
número 16. La sorpresa nos la llevamos cuando a través de un angosto pasillo
desembocamos en lo que actualmente es el salón de actos del edificio.
Y allí nos la
encontramos, majestuosa, imponente, la primitiva puerta del
alcázar taifa construido en el siglo XI. Lo que vemos es justo la parte
interior de esa puerta cubierta por la maleza de la calle Romero Murube. En el
interior de este edificio de 1876 podemos disfrutar de parte del acceso en
recodo que formaba el acceso al recinto palaciego. Los musulmanes no solían
construir las puertas a eje con el interior del edificio, siempre había que
sobrepasar varios quiebros para impedir y dificultar el asedio. Por ello, una
vez cruzábamos la puerta que se conserva nos encontrábamos un primer vestíbulo
abierto en el que debíamos girar a la derecha para poder entrar al Alcázar.
Esto posibilitaba la defensa en caso de asedio ya que desde los altos muros se
podía mermar al ejército invasor, que se veía obligado a pasar por un reducido
acceso y se encontraba con un muro que le obligaba a perder tiempo en derribar
una segunda puerta, tiempo que los defensores utilizaban para contraatacar
desde arriba.
La puerta
conserva el arco de herradura exterior,
el interior se ha perdido mostrando únicamente el arranque del mismo. Llama
poderosamente la atención el muro, construido a base de piedra y argamasa, nada
que ver con los lienzos de tapial de la muralla de la Macarena, de época
almohade (siglo XII). Precisamente fueron los almohades los que cegaron este
acceso, trasladando la puerta principal hacia Puerta de Jerez (arco de San
Miguel y calle Miguel Mañara).
Los dos agujeros que vemos en la parte superior se utilizaban en caso de asedio, lanzando por ellos aceite hirviendo contra los atacantes.
La espectacular visita culmina con esta maqueta donde podemos contemplar cómo era la puerta en el siglo XI, con su juego de quiebros y su sistema defensivo.
Sin duda otro ejemplo más de la Sevilla oculta, esa Sevilla que, por desconocida, nos asombra todavía más y que no sólo nos muestra su riqueza histórica, sino que nos da una idea de las posibilidades que tiene de cara al turismo cultural y patrimonial.
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